Sahara Occidental


Historia

El territorio de la R.A.S.D. es conocido también como Sahara Occidental o Sahara Español. Para la ONU, es el último país que queda por descolonizar en África tras la independencia de Eritrea y Namibia. Enmarcado por la costa atlántica frente a las Islas Canarias y fronterizo con Marruecos, Argelia y Mauritania sus 266.000 km² albergan una gran variedad de recursos económicos: el mayor banco pesquero del norte de África, fosfatos, yacimientos minerales y, según las últimas prospecciones, importantes reservas petrolíferas; A lo que hay que sumar la ganadería nómada tradicional. Sin embargo, toda esta riqueza no está en poder de su legítimo dueño: el Pueblo Saharaui.

La historia (link a línea del tiempo) reciente del Pueblo Saharaui está forjada en la lucha contra la ocupación ay a favor de su libertad e independencia. España ocupó por la fuerza el territorio en los últimos años del siglo XIX, entre otras razones, para poder formar parte de la Conferencia de Berlín sobre el reparto de África. Tras más de 100 años de presencia militar y civil, en 1976 acabó entregando su hasta entonces Provincia del Sahara a Marruecos y Mauritania mediante los llamados Acuerdos Tripartitos de Madrid, firmados un año antes. Dichos acuerdos, contrarios tanto a la propia legislación española como a la legalidad internacional, están en el origen del conflicto actual. Las posiciones actuales de Marruecos y España se basan en estos acuerdos. Mauritania, por su parte, no mantiene ninguna reclamación sobre el Sahara Occidental, una vez que, perdida la guerra contra el Ejército de Liberación Popular del Sahara (ELPS), se retirara del territorio.

En la actualidad, Marruecos ocupa unos dos tercios del territorio. No hay cifras fiables sobre población. Según el censo marroquí de 2014, en el conjunto del territorio vivirían unos 500.000 civiles y 180.000 militares. La población se asienta en las principales ciudades, El Aaiún (capital), Dajla, Bojador, Ausserd, Smara, (la ciudad santa fundada antes de la colonización) y el nomadeo tradicional ha desparecido prácticamente debido a los controles militares y al peligro de las minas.

Las zonas ocupadas del Sahara Occidental y los territorios liberados están separadas por un muro defensivo que divide el territorio de norte a sur. Se extiende a lo largo de más de 2.500 km y fue construido con la ayuda de Israel, EEUU y Arabia Saudí entre 1981 y 1986 para contener las incursiones del ejército saharaui contra las posiciones militares marroquíes y los principales recursos, como las minas de fosfatos en Bu-Craa o la pesca. Además del ingente despliegue de equipamiento logístico y tecnológico militar que encierra, se calcula que en su entorno hay sembradas cerca 7.000.000 de minas. Desde la entrada en vigor del acuerdo de alto el fuego en 1991 tanto las tropas marroquíes como las del EPLS se encuentran acantonadas y sus movimientos están controlados por la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum del Sahara Occidental (MINURSO)

La vida en los territorios ocupados está marcada por la ocupación militar y el régimen de terror

y discriminación étnica a los que está sometida la población autóctona. Desde la ocupación por Marruecos hasta el momento actual las violaciones de derechos abarcan todas las categorías imaginables: Bombardeos contra población civil, asesinatos, torturas, desapariciones forzadas, detenciones ilegales, juicios sumarios… Todo ello con la impunidad que otorga el bloqueo militar y mediático del territorio. Las investigaciones independientes o las simples visitas de observación y de los medios de comunicación independientes son sistemáticamente impedidas o reprimidas, incluyendo las de instituciones u organizaciones internacionales como el Parlamento Europeo o Human Rights Watch.

Por otra parte, la mayoría de los recursos naturales y económicos también se sitúan en los territorios ocupados por Marruecos con lo que su explotación (ver wsrw.org/lES) y beneficio queda en manos de unas pocas empresas y personas estrechamente ligadas al círculo más al rey.

La población saharaui ha conseguido resistir en medio de esta terrible situación gracias a lazos de solidaridad y ayuda mutua, inicialmente clandestinos pero que, a partir de los años 90, dio lugar a la creación de asociaciones y grupos de defensa de los derechos humanos. Algunas de las más importantes son CODESA, ASVDH, o CODAPSO entre cuyos dirigentes figuran personalidades como Aminetu Haidar, Galia Djimi, Brahim Sabbar o Hamad Hmad. Desde 2005, fecha en la que la resistencia saharaui lanza la intifada de la independencia, las muestras públicas de rechazo y protesta por la ocupación y sus consecuencias se han hecho cotidianas en las calles de las ciudades saharauis.

La intifada de la independencia es un modelo de resistencia civil pacífica, cuyo mayor exponente fue el campamento de Gdeim Izik, una concentración de jaimas a las afueras de El Aaiún que reunió a más de 20000 personas desde el 10 de octubre hasta que fue desmantelado a sangre y fuego el 8 de noviembre de 2010 y que para algunos analistas internacionales, como Noam Chomsky, puede considerarse el precedente inmediato de la llamada primavera árabe.

Los acontecimientos de Gdeim Izik marcan un cierto giro en la lucha de resistencia saharaui, con un mayor protagonismo de la juventud, del activismo y de los medios de comunicación y de las redes sociales para intentar romper el bloqueo informativo y extender la causa saharaui, aunque sin renunciar a su carácter civil y pacífico.

La parte que Marruecos no controla se sitúa entre el este del muro y las fronteras de Mauritania y Argelia. Una zona con pocas infraestructuras y asentamientos estables en los que, además de las tropas acantonadas del EPLS, algunas familias nómadas se desplazan por la zona y viven del pastoreo y del comercio en la región. En localidades como Tiffariti, Miyec o Agüenit el Frente Polisario se esfuerza por desarrollar servicios como escuelas, hospitales o talleres que mejoren las condiciones de vida de esta población.

Al este del muro y en los campamentos de población refugiada donde cerca de 200.000 personas viven en el exilio, el Frente POLISARIO mantiene la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que se proclamó el mismo día que España abandonó definitivamente el territorio (27 de febrero de 1976). La República está reconocida oficialmente por 85 países de todo el mundo a pesar de las precarias condiciones de vida que impone el exilio, goza de un alto grado de libertad y protección social.

Aunque la guerra no ha terminado, las dos partes en conflicto que reconoce la ONU (el reino de Marruecos y el Frente POLISARIO) mantienen un Acuerdo de Alto el Fuego en vigor desde el 6 de septiembre de 1991, con la intención de facilitar el referéndum de autodeterminación que España dejó inconcluso. A pesar del despliegue de una Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO) tanto en los territorios ocupados como en los liberados y de que, tras largos años de trabajo se haya establecido un censo de votantes, el referéndum sigue paralizado por la actitud obstruccionista de Marruecos. El penúltimo ejemplo de ello es la expulsión del personal civil de la MINURSO y el cierre de su oficina de enlace en Dajla como protesta por las declaraciones de Ban Ki Moon en su visita al Sahara Occidental en marzo de 2016.

Todo esto ocurre por el silencio de la comunidad internacional ante la violación sistemática de los compromisos y resoluciones sobre el conflicto y el apoyo económico y político incondicional que recibe Marruecos de países como Francia y España.

Mientras tanto, la población saharaui refugiada debe soportar unas penosas condiciones de vida y quienes viven en los territorios ocupados sufren diariamente torturas, desapariciones forzadas, toda clase de violaciones de sus derechos más elementales y una discriminación étnica que constituye un auténtico genocidio.

¿Hasta cuándo?

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